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Hígado Graso (non-alcoholic fatty liver disease o NAFLD)


Si no la frenamos ahora, la #obesidad hará que, por primera vez en la historia de la humanidad, la actual generación de niños tenga un promedio de vida menor que el de sus padres. (David Satcher MD).

El hígado graso –cuando más del 5% de las celulas hepáticas están cargadas de grasa– afecta al 10% de los niños delgados y al 50% de los obesos, siendo la enfermedad crónica del #hígado más frecuente. El 30% de la población mundial y hasta el 60% de los diabéticos tienen un exceso de grasa en el hígado.


Si la esteatosis, o acúmulo de grasa, progresa puede producer inflamación y daño a las células del hígado e incluso progresar a cirrosis, fallo hepático y cáncer del hígado. Se asocia también con diabetes y enfermedades cardiovasculares.


Los principales factores predisponentes son la poca actividad física y las dietas “baratas”– altas en grasas, azúcar y sal, densamente energéticas y pobres en micronutrientes, que favorece la ingesta alta de triglicéridos y lipoproteínas de baja densidad. El compuesto considerado como más dañino es el sirop de maíz – “high- fructose corn syrup”.


Las metas de la terapia incluyen el mejorar el sobrepeso y la resistencia a la insulina, la normalización de las enzimas hepáticas y la recuperación del daño histológico del hígado.

Nuestra salud y el riesgo de enfermarnos están influenciados por nuestra carga genética o genoma, pero más aún por nuestro microbioma o carga bacteriana. A su vez el tipo y concentración de microbios en nuestro organismo son influenciados por nuestro genotipo y por la composición y disponibilidad de nutrientes.


Los microbios intestinales mejoran el rendimiento de los alimentos que consumimos y son los de-facto contralores calóricos y de la torre de control metabólica del cuerpo.

Las bacterias intestinales manipulan nuestra conducta alimenticia y estimulan las ganas de ingerir alimentos que les favorecen a ellos o que supriman la competencia creada por otras bacterias. Como si no bastara, tienen una influencia directa sobre los mecanismos de recompensa y saciedad, y sobre toxinas que alteran el humor. Tienen además un efecto directo sobre los receptors del sabor. La familia de los Firmicutes, en particular, induce a través del sistema vago una sensación de malestar o descontento, o disforia, al secuestrar el sistema nervioso, habiendo desarrollado evolutivamente receptores en las neuronas intestinales conectadas al nervio vago. A través del nervio vago estas bacterias le envían señales al cerebro y estimulan el deseo de ingerir sirop de maíz.


Los pacientes con NAFLD tienen en su intestino una cantidad muy alta de especies de Firmicutes y baja cantidad de bacteroides, proporción anormal influenciada por la alta ingesta de fructosa y carbohidratos refinados. En estas personas hay una síntesis elevada de grasas, una alteración de la sensitividad a la insulina y un aumento del acúmulo de grasa visceral.


El sirop de maíz alto en fructosa (“high-fructose corn syrup”) produce un estado de inflamación crónica leve en la mucosa intestinal que aumenta la permeabilidad de la mucosa y permite el paso a sangre de endotoxinas que estimulan, a su vez, la liberación de citokinas proinflamatorias (TLR4 y TLR9) en el sistema portal del hígado y aumentan la expresión hepática del factor de necrosis tumoral (TNF).


Se calcula que hace 10,000 años el ser humano consumía en su dieta unos 2 kilos (4.5 libras) de fructosa al año. En el 1997 ese consumo ascendió a casi 70 kilos (154 libras). La fructosa tiene las particularidades de ser más dulce que el azúcar regular de mesa, de inhibir la sensación de saciedad y de promover la resistencia a la insulina. Se transporta al hígado donde es almacenada en forma de triglicéridos.


Existen otras enfermedades que se asocian con grasa en el hígado, las cuales deben ser consideradas cuando se evalúa al paciente con hígado graso: hepatitis autoinmune, enfermedad de Wilson, hemocromatosis, el uso de algunos medicamentos – esteroides, amiodarona, tamoxifen –, hepatitis virales, uso de alcohol, enfermedad celiaca, etc.


Se recomienda, como parte de la terapia, el bajar entre 25-30% del peso corporal, hacer ejercicios vigorosos según tolerados y una dieta libre de fructosa de maíz y carbohidratos refinados. Algunos estudios favorecen el uso del café y aceites omega-3 para disminuir la progresión de la enfermedad.


Dr. José R. Alvarez-Ruiz

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